30 de agosto de 2008

Otra vez soja! Hasta cuándo?


Lejos de acallarse, las voces del conflicto del campo, hoy vuelven a resonar en nuestros oídos. Otra vez se juntan a la vera de las rutas para debatir los pasos a seguir. Pidieron la derogación de las retenciones móviles, es decir de la Resolución 125, y la obtuvieron. Pero vuelven a las rutas.
¡Otra vez soja! Sí, otra vez.
Mi voto es positivo intenta reflexionar acerca de lo que se cosecha en la Argentina. Decimos ¡otra vez soja! porque los que se quejan son los productores sojeros. Pero, ¿qué soja cosechan? La transgénica.
La soja transgénica es, por definición, agroquímico-dependiente. No se sostiene su desarrollo sin cantidades cada vez mayores de venenos herbicidas e insecticidas, provocando el primero de los problemas que preocupan: la salud de la gente. El segundo: sus efectos sobre el medio ambiente .
Corría 1995, cuando hace su aparición la soja transgénica. A partir de allí se suceden problemas para el medio ambiente, alteraciones de la salud, especialmente en lo reproductivo, y un panorama futuro verdaderamente preocupante para los agricultores. Hacía su aparición un producto de revolucionaria concepción que venía a resolver la penuria habitual de los productores agrarios, acosados por los bajos rindes y los altos costos Se trataba de una variedad de soja denominada transgénica. Esta propiedad, la transgenicidad, lograda a través de la inclusión, por ingeniería genética, de un gen derivado de la caléndula, la hace resistente al glifosato, un herbicida de alta potencia que suprime todas las malezas que compiten por los nutrientes del suelo. Ahora, el suelo resiste al glisfosato, y la gente?
La Organización Mundial de la Salud ha dado un alerta sanitario respecto de la soja. El alerta se debe a la presencia de acrilamida tóxica en alimentos cocidos estando casualmente relacionado con el glifosato. Las evidencias parecen indicar con precisión que la acrilamida es liberada por la poliacrilamida ambiental, cuya fuente principal se halla en las fórmulas herbicidas en base a glifosato. Los últimos estudios científicos descubrieron que el tratamiento con glifosato de legumbres incrementa el nivel de fitoestrógenos.
Entonces, los cultivos transgénicos no sólo son diferentes a los orgánicos, sino también podrían tener un impacto dramático sobre la salud y bienestar de quienes la consumen.
El lobby de la industria montada en derredor del fenómeno de la “alimentación saludable” intenta hacernos creer que la soja es un alimento básico en esta emergencia alimentaria nacional. La soja tiene alto contenido proteico pero carece o es muy deficiente en aminoácidos esenciales y tiene otros como la lisina, en concentraciones muy elevadas; la relación calcio-fósforo es inadecuada, la presencia de filatos dificulta la absorción de hierro y de calcio. Esto y mucho más está desvirtuado por las industrias de la alimentación y los formadores de opinión.
La soja no es una panacea nutricional y debe considerarse como el resto de las legumbres. Se recomienda su uso si la alimentación es variada y completa y al jugo no se le debe llamar leche porque no la reemplaza. Se desaconseja su uso en niños menores de 5 años. Tiene ácido fítico que bloquea la absorción de Ca,Fe,Mg,Zn. La soja transgénica, que es la que se consume en nuestro país, contiene isoflavonas (genisteina,daidzeina) que se asegura son cancerígenos. La planta de soja absorbe manganeso del suelo y en los niños su exceso no puede metabolizarse y se acumula un 8% en cerebro con alteraciones que se manifiestan en la adolescencia.
No sólo esas son consecuencias de la soja en Argentina.
Productores de cinco hectáreas se ven virtualmente acorralados por grandes extensiones. Los grandes productores sojeros cierran pasos y caminos por donde transitaban los campesinos que solían trasladar sus animales hacia pastizales comunes. Hay fumigaciones aéreas para los campos sojeros que afectan los cultivos aledaños del pequeño productor. Se pierden producciones de mandioca, poroto, batata, hortalizas, calabaza, zapallo, sandías y maíces. Los rindes caen abruptamente. También sufre la ganadería: cerdos, cabras y vacas. Los pastizales se achican, el agua en muchos casos se contamina. Las familias también se enferman.
En el interior profundo de nuestra patria existen comunidades enteras que han desaparecido, y ahora allí se siembra soja. Los pequeños productores no pueden pasar a ese cultivo por una razón económica, pero también por una cuestión cultural. No está en su esencia la agricultura con glifosato y paquetes tecnológicos cerrados.
En el Chaco, Cogoy, Fortín Leyes, Villa General Güemes son nombres de pueblos en decadencia, desplazados por la soja. Sus pobladores terminan en la periferia de las capitales de provincia, y los hijos emigran a Buenos Aires, Córdoba o Santa Fe.
A todo ello, se suma que durante más de cien días dividieron el país, ahora, ¿qué quieren?
¡OTRA VEZ SOJA! ¿HASTA CUANDO?